La primera Navidad como funcionarios de Juan, Mercedes y Marta: «ahora afrontamos la vida de otra manera»

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¿Cómo vive la Navidad el opositor?  Pensamos esta pregunta como leitmotiv del I Concurso Fotográfico Aspirantes intentando lanzar un guiño al estudiante de oposiciones al que se le pierden las fiestas entre la inmensidad de su escritorio. Cuando tu trabajo es tan intangible como el de prepararte unas oposiciones, es difícil justificar de puertas afuera que este año tu Nochevieja ha de ser light porque al día siguiente tienes que madrugar para seguir estudiando. Cuando tu rutina se basa en llevar a cabo interminables sesiones de repaso para que, en la criba de esa esclavitud autoimpuesta, se salven dos o tres horas de estudio productivo, es difícil acudir con la mejor cara a esa cena familiar.

Mercedes, Juan y Marta son tres exalumnos de Tecnoszubia Oposiciones que bien saben todo esto. Conocen de sobra el proceso de opositar. Obtuvieron plaza en las últimas oposiciones docentes y ahora se enfrentan a la fase de prácticas en distintos puntos de España; Sevilla, Almería y Granada han sido sus destinos. Sus historias son especiales. Aprendieron en nuestras aulas, lucharon y se sobrepusieron a numerosos obstáculos con la bandera del esfuerzo. Te contamos cómo han sido los primeros meses en sus institutos, cómo están viviendo sus primeras Navidades como funcionarios, qué consejos dan a los aspirantes y cuáles son sus deseos para 2019.

Mercedes (Tecnología)

«El 27 de diciembre nació mi primera sobrina. La verdad que había momentos en los que, obviamente, estaba con ella; toda la familia nos habíamos volcado. Pero yo entendía que tenía la responsabilidad de seguir estudiando. Lo recuerdo como un momento contradictorio: quería disfrutar de ella pero no me podía sacar de la cabeza el estudio».


Mercedes Moreno, de 31 años, ejerce, desde septiembre, como funcionaria docente en fase de prácticas. Hoy, vive un momento que ella define como «de tranquilidad». Con los deberes hechos y la plaza sacada, Mercedes ha olvidado aquellos días «de nerviosismo, inquietud y agobio» que supusieron para ella las Navidades de 2017. Unas fechas marcadas por el sacrificio en las que «no pudo disfrutar como debía del nacimiento de su sobrina» pero que, según reconoce ahora , «todo valió la pena».

Porque para esta docente, el estrés asociado al proceso tuvo su punto álgido el pasado año. «Durante la Navidad estaba demasiado agobiada. Tenía en la cabeza la necesidad de hacer más cosas de las que debía. Cuando llega el año de la oposición y salen las plazas de la convocatoria, comienza la inquietud, te pones nerviosa. Quieres tenerlo todo preparado». Por suerte para ella, todo salió bien y vive un momento dulce; ejerce su profesión en un centro de compensatoria en Sevilla.

Docencia con labor social

Tal y como nos explica, los centros de compensatoria «se encuentran en un determinado barrio y localidad en las que hay más necesidades por el nivel socioeconómico de la zona». Todo esto repercute, argumenta, «en un alumnado que, por lo general, no quiere seguir estudiando y está un poco forzado hasta los 16». Esta situación, que obliga al profesor a integrar una labor social en su práctica profesional, no ha sido un obstáculo para Mercedes. «De hecho, a día de hoy, puedo decir que lo prefiero.  Es muy gratificante cuando consigues algo con este tipo de alumnado», reconoce. De igual forma, pone un ejemplo significativo de cómo esto se traduce en su día a día: «Tengo el caso de un alumno mío que siempre que me ve me da un dibujo, un abrazo. La gente que tiene poco valora un montón la atención y el cariño del docente».

La rutina profesional de Mercedes está llena de pequeñas alegrías. Durante estas fechas, en las que tiene tiempo para descansar, reflexiona: «Veo mi vida bien enfocada después de tanto esfuerzo. Tengo una gran ilusión por continuar el curso y finalizar mi etapa de prácticas. Ahora es el momento de viajar todo lo que no pude, de hacer todo eso que aplacé».

¿Y qué le diría a los aspirantes que están buscando llegar a esa situación? Mercedes es clara: «Quiero decirles que van a llegar momentos de debilidad, de pensar que no van a tener suerte; les digo que en esos momentos cambien el chip, que piensen que sí, que se puede y que con esfuerzo se consigue. Que es algo muy bueno cuando se logra, algo que da muchísima felicidad. Os vais a perder cenas, momentos con la familia y vais a dedicar demasiadas horas, pero cuando se consigue no te acuerdas de nada de eso, solo de lo positivo», subraya.

Juan (Geografía e Historia)

«¿Que si tiene doble mérito ser parapléjico y opositor? Tengo el mismo mérito que el resto de opositores. El trabajo y las ganas de avanzar las debe tener todo el mundo. Cuando la vida te pone un obstáculo tienes que superarlo. Eso es lo que te hace avanzar como persona». 


Con 16 años, Juan dejó de estudiar para dedicarse a trabajar en un taller de mecánica. Esa circunstancia no fue óbice para que mantuviese en su memoria una serie de lecciones que le marcaron para siempre. «Me acuerdo mucho de mis profesores de Geografía e Historia. Quizás por ellos o por la propia materia. Recuerdo que incidían mucho en la participación en sus clases. En que equivocarse es parte del aprendizaje. Esto es algo que he canalizado y pongo en práctica». Cuando con 22 años sufrió un accidente que lo dejó en silla de ruedas, no lo dudó: «En ese momento vi la oportunidad de retomar los estudios y centrarme en lo que quería. Hacer la carrera que siempre quise. Me propuse sacarme las oposiciones. Creo que sí ha sido vocacional, me encantaba la docencia».

Juan realizaría la carrera de Geografía y el máster del Profesorado para, posteriormente, comenzar su preparación de oposiciones en Tecnoszubia. Fueron tiempos que este docente vivió con intensidad. «A día de hoy, logro evocar algunas sensaciones de la Navidad pasada; mis amigos diciéndome que se daban cuenta de que estaba repasando mentalmente en medio de algunas reuniones. Porque en mi cabeza sólo había una cosa, mi preparación. Hay que tener en cuenta que yo era pensionista, que no trabajaba, por lo que tenía los estudios entre ceja y ceja».

En este sentido, la situación como pensionista de Juan nunca adormeció su voluntad por conseguir sus objetivos: «Hay mucha gente que, en mi situación, se queda con su pensión viviendo sin preocupaciones; pero yo no quise elegir ese camino. Es una vida muy monótona. Y no creo que por eso tenga doble mérito; las ganas de avanzar las tiene que tener todo el mundo».

El infierno del último mes

Tras la Navidad de 2017 y el transcurso de los meses, experimentó uno de los momentos más difíciles de su proceso. «Cuando estaba a un mes del examen pensaba que todo lo que había trabajado no servía para nada. Intentaba repasar mentalmente y no me acordaba de la materia», rememora. Una sensación, la de estar perdido, que pronto se esfumó; «Porque no era así, cuando te pones delante del examen, si lo llevas bien y has trabajado, los conocimientos que has adquirido van fluyendo. No obstante, el último mes, insisto, es muy duro, algunos compañeros se plantearon abandonar; ¡no tiene sentido tirar un curso entero de trabajo!», exclama.

Un año después, con su plaza en un instituto de Castell del Ferro, en Granada, la «relajación» se ha instalado en su vida. «Ya pasó todo -afirma-. Intento disfrutar de mi trabajo, que es mi vocación y lo que me gusta y estoy pendiente de ver qué puedo integrar a mi rutina de trabajo con los alumnos. Me he integrado muy bien. Ahora mi cara es de relajación y felicidad. A los que están pasando por lo que yo pasé les digo que mucha fuerza y ánimo; esa fuerza es la que les va a dar la recompensa. Y que valoren la academia: Tecnoszubia es indispensable para poder llevar a cabo todo esto. Si trabajas duro, lo vas a conseguir. Si aprovechas las explicaciones de los preparadores y los materiales vas a llegar al final del camino».

Marta (Geografía e Historia)

«La gente que oposita vive un bucle; se levanta, se sienta, estudia y se va a trabajar. Y así continuamente. El momento de ir a la academia, para mí, era terapéutico».


 

 

A Marta, de 29 años, le nació el interés por la docencia dando clase de Inglés, una asignatura que no tiene nada que ver con la que ahora imparte. «Fue en una academia privada, desde que empecé, enseñar me ha fascinado». Con el tiempo, esta historiadora del arte se lanzó de lleno a prepararse las oposiciones de lo que había estudiado. Hoy, es profesora, en Almería, de Geografía e Historia.

Sus primeros meses de prácticas están siendo, tal y como define, «complicados». «Llegué nueva -continúa-. No había tenido interinidades antes.  En este primer año hay mucho que hacer, tener compañeros que te ayuden es muy bueno. Me han ayudado a visualizar desde el principio cómo puedo enfocar mis clases. El trato con los alumnos también ha sido bueno. Mucho trabajo, pero merece la pena».

La academia como oasis

Antes de llegar a la cima con la que siempre soñó, Marta encontró en la academia el oasis de su particular desierto. «Recuerdo mi preparación como un bucle: levántate, siéntate a estudiar, vete a trabajar, vuelve y otra vez a empezar. A mí lo único que me ayudaba era ir a la academia; estar con gente que estaba en mi situación, que me comprendía».

Esa gente a la que se refiere se han convertido en sus compañeros y amigos. «Teníamos un grupo excelente. ¿Competitividad? No lo llamaría así. Nuestra clase era terapéutica; opositar requiere rodearse de gente con experiencia. En mi caso, me ayudaban con un mapa o un comentario de imagen. A día de hoy, seguimos manteniendo el grupo de Whatsapp, quedamos para cenar esta Navidad. Lo agradezco una barbaridad», reconoce.

Estas fechas han sido diametralmente opuestas a las del año pasado; «Ya no tengo esa presión. El año pasado no disfrutaba. Ni salía en Nochevieja; pensaba que me lo había ganado, pero al final no hacía nada». Ahora, centra sus esfuerzos en normalizar su rutina («¡Cuánto le cuesta al opositor dejar de sentir la necesidad de hacer cosas siempre!», incide) y mantiene un deseo claro para 2019: «comenzar a disfrutar del trabajo que he conseguido con tanto esfuerzo».

 

 

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