Qué no hacer en una presentación oral
Si ya has superado la primera prueba y has entregado tu programación didáctica a los tribunales, te enfrentas al último y decisivo reto de las oposiciones de maestros: la exposición oral. Hace unos meses te dimos consejos para elaborar tu programación didáctica o situación de aprendizaje y para superar el miedo escénico. Ahora vamos a ser más concretos: esto es lo que debes evitar si quieres que tu presentación sea la mejor.
Errores frecuentes y cómo solucionarlos
Para ser lo más didáctico posible —como es nuestro estilo— vamos a repasar los errores en una exposición oral que desde nuestra experiencia consideramos los más habituales. Debes tener en cuenta que para el tribunal esta prueba tiene una importancia especial, puesto que se trata de una de las competencias más relevantes que todo buen docente debe dominar. Así que no te despistes, prepárate bien y evita estos fallos, pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de tu oposición.
Hablar demasiado lento -o rápido-
La oratoria o el arte de hablar en público y debatir es una habilidad que requiere práctica y experiencia. Después de meses de entrenamiento en nuestras aulas, sabemos que lo sabes. Y es un arte en el que el lenguaje es el elemento clave, el ritmo y la dicción son fundamentales para que el público asimile los contenidos de forma pedagógica. Por este motivo, y aunque pueda parecer evidente, es importante que controles la respiración y el ritmo cuando estés hablando: nunca uses un ritmo demasiado alto ni demasiado bajo, busca el equilibrio. Cuando diseñes cómo será el planteamiento de la exposición y la ensayes en casa, intenta que otras personas te escuchen, ya sea mediante grabación o en directo.
No te olvides de que en tu exposición o discurso habrá partes que comporten más importancia o menos, te aconsejamos modular el volumen, la velocidad y mejorar la dicción en las que crees que son más relevantes?
Cuando la voz tiembla y no vocalizamos
Continuamos con lo básico. Hay regiones donde el acento es muy marcado, se suele incurrir en errores como pronunciar eses aspiradas o silbantes donde no corresponden, intercambiar eles por erres y otros errores de dicción. Uno de los fallos más comunes (y graves), pero que es de fácil corrección. ¿Cómo? Solo tienes que calentar la voz. Incluso es una rutina para los oradores más experimentados. Para que sirva de ejemplo te dejamos este video con una serie de ejercicios de vocalización (a partir del 2:40).
Además de esto, está de más decir que es necesario practicar lo suficiente, por ejemplo leyendo en voz alta, una y otra vez, nuestra exposición, haciendo énfasis —incluso separándolos por sílabas— en esos términos técnicos que tanto se nos resisten.
El baile de San Vito
Entre que te apoyas en una pierna, luego en la otra, te mueves para un lado, luego para otro, vas a evidenciar -demasiado- ese manojo de nervios y obviamente no quieres transmitir al público la sensación de inseguridad. En las exposiciones orales, el dinamismo ha de estar en el discurso: no es necesario que te muevas como si estuvieras sobre un escenario. Claro que puedes caminar para paliar tu inquietud, pero siempre intentando que los movimientos y los gestos no sea excesivo y empañe tu exposición.
En este caso, la opinión de tus preparadores al verte exponer, así como la de tus más allegados es crucial, puesto que la imagen que proyectas en ese momento tiene un rol definitorio en la evaluación de los tribunales por lo que ellos le prestan atención especial. Como pequeño consejo: intenta que tu calzado sea cómodo y adecuado a la situación. Así, al menos, estar parad@, de pie, no supondrá una tortura para tus pies.
Evitar el contacto visual
Este es uno de los errores al exponer más comunes de muchos aspirantes. El lenguaje no verbal, del que tanto habrás escuchado, es fundamental. Probablemente, le tendrás pánico a los miembros del tribunal, pero son personas, como tú, que están abiertas a escuchar una programación y unidades excelentes.
Haz gala de una buena autoestima y piensa en ellos como un público que está expectante por conocer tu forma de entender tu vocación, la educación. No hay nadie que sepa más que tú sobre esto.
Y demuéstralo sonriendo, mirando a los ojos, tratandolos como iguales. Comunica con tus gestos y sé cercano.
A continuación, te dejamos un vídeo introductorio sobre el lenguaje no verbal.
Y para terminar este apartado, una recomendación: la película El Discurso del Rey.
Un guion enrevesado
Ya hubo tiempo para enrollarse en la primera prueba: la exposición es el momento de pulir nuestras ideas y tener claro qué queremos decir y que no. Para que la exposición alcance la forma más completa no es necesario querer decir mucho, basta con decir lo suficiente. Quitar todo lo que no sea necesario hará brillar aún más la idea principal. Nos tenemos que asegurar que nuestra audiencia entiende lo que queremos decir: brevedad, concisión y claridad. Es el momento de ser minimalistas.
Tenerle -demasiado- miedo a la exposición oral
No hace falta que te hablemos nosotros sobre la incidencia del miedo y los nervios: principal causante de los errores en una exposición oral. Pero sí queremos insistir en la necesidad de, para paliarlos, visualizarte como triunfador o triunfadora del proceso: que te veas con la plaza; que andando por la calle, escuchando música, pienses y fantasees con la exposición como la rúbrica a un año de esfuerzo. Los pensamientos, determinantes, construyen la realidad. Así que no es mala idea comenzar por adoptar un pensamiento positivo.
Y si durante la exposición aparece el pánico, la ansiedad y los pensamientos negativos, bebe agua, respira y sonríe. Intenta estar presente en el momento; ten algo en las manos para tocar que tenga una textura agradable. Y cuando el miedo aparezca, siéntelo y céntrate en su textura.
Tampoco pierdas de vista el discurso y no te opongas a esas sensaciones: cuando lleguen, intenta observarlas, no las juzgues, sigue con lo tuyo. Déjalas ir: no hay nada más que hacer. No va a pasar nada; no te vas a colapsar. Los nervios y el miedo son los síntomas habituales de aquel que ya roza con los dedos su sueño.
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