Los 6 errores más comunes en la exposición oral

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6 errores más frecuentes en una exposición oral

Con las notas de la primera prueba ya publicadas y las programaciones didácticas entregadas a los tribunales, es el momento de pensar en el último escalón -¡vaya escalón!- de las pruebas de las oposiciones de maestros: la exposición oral. Meses atrás te hemos dado consejos para que elabores tu programación didáctica, así como algunos métodos para que te quites el miedo a la hora de exponer. Ahora vamos a ser más claros: esto es lo que no tienes que hacer si quieres que tu presentación sea la mejor.

Acciones que deben evitarse en una exposición oral

Para ser lo más didáctico posible – como es nuestra costumbre – vamos a hacer un recorrido por los errores en una exposición oral que desde nuestra experiencia consideramos los más comunes. Debes tener en cuenta que para el tribunal esta prueba tiene una significación especial, dado que se trata de unas de las habilidades más importantes que todo buen docente debe manejar a la perfección.

Así que no te descuides, prepárate y evita los errores al exponer, pueden determinar el éxito o el fracaso de tu oposición.

Hablar demasiado lento -o rápido-

Hablar en público es un arte que requiere práctica y experiencia. Tras meses entrenando en nuestras aulas, sabemos que eres consciente de ello. Y en un arte en el que el lenguaje es el núcleo, el ritmo y la dicción son fundamentales para que público asimile los puntos de forma pedagógica.

De esta forma, y aunque pueda parecer obvio, es importante que controles el ritmo cuando estés hablando: nunca caigas en un ritmo excesivamente alto no excesivamente bajo, todo es cuestión de equilibrio. Cuando te hagas la estructura de la exposición y la practiques en casa, intenta, ya sea mediante grabación o en directo, que otras personas te escuchen.

 

¡Ah! Ten en cuenta que en tu discurso habrá partes más importantes que otras: ¿por qué no modular el volumen, la velocidad y optimizar la dicción en las que creas que son más importantes?

Cuando la voz tiembla y no vocalizamos

Seguimos con lo básico. En algunas comunidades, en las que el acento está muy marcado, se suele caer en errores tales como hacer gala de una mala dicción. Un error tan grave como típico que incluso a estas alturas puedes solucionar.

¿Cómo? Muy sencillo: calentando la voz. Esto es algo que incluso hacen los oradores experimentados. Para ello te dejamos un vídeo en el que se proponen una serie de ejercicios de vocalización (empieza en el minuto 2,40).

Además de esto, sobra decir que es necesario practicar lo suficiente, por ejemplo leyendo en voz alta, una y otra vez, nuestra exposición, haciendo hincapié -incluso separándolos por sílabas- en esos términos técnicos que tanto se nos resisten.

El baile de San Vito

Entre que te apoyas en una pierna, luego en la otra, te mueves para un lado, luego para otro, vas a evidenciar -demasiado- ese manojo de nervios y obviamente no quieres transmitir al público la sensación de inseguridad. En las exposiciones orales, el dinamismo ha de estar en el discurso: no es necesario que te muevas como si estuvieras sobre un escenario. Claro que puedes caminar para paliar tu inquietud, pero siempre intentando que los movimientos y los gestos no sea excesivo y empañe tu exposición.

En este caso, la opinión de tus preparadores al verte exponer, así como la de tus más allegados es crucial, puesto que la imagen que proyectas en ese momento tiene un rol definitorio en la evaluación de los tribunales por lo que ellos le prestan atención especial. Como pequeño consejo: intenta que tu calzado sea cómodo y adecuado a la situación. Así, al menos, estar parad@, de pie, no supondrá una tortura para tus pies.

Evitar el contacto visual

Este es uno de los errores al exponer más comunes de muchos aspirantes. El lenguaje no verbal, del que tanto habrás escuchado, es fundamental. Probablemente, le tendrás pánico a los miembros del tribunal, pero son personas, como tú, que están abiertas a escuchar una programación y unidades excelentes. Haz gala de una buena autoestima y piensa en ellos como un público que está expectante por conocer tu forma de entender tu vocación, la educación. No hay nadie que sepa más que tú sobre esto.

Y demuéstralo sonriendo, mirando a los ojos, tratandolos como iguales. Comunica con tus gestos y sé cercano.

A continuación, te dejamos un vídeo introductorio sobre el lenguaje no verbal.

Y para terminar este apartado, una recomendación: la película El Discurso del Rey.

Un guion enrevesado

Ya hubo tiempo para enrollarse en la primera prueba: la exposición es el momento de pulir nuestras ideas y tener claro qué queremos decir y que no. Para que la exposición alcance la forma más completa no es necesario querer decir mucho, basta con decir lo suficiente. Quitar todo lo que no sea necesario hará brillar aún más la idea principal. Nos tenemos que asegurar que nuestra audiencia entiende lo que queremos decir: brevedad, concisión y claridad. Es el momento de ser minimalistas.

Tenerle -demasiado- miedo a la exposición oral

No hace falta que te hablemos nosotros sobre la incidencia del miedo y los nervios: principal causante de los errores en una exposición oral. Pero sí queremos insistir en la necesidad de, para paliarlos, visualizarte como triunfador o triunfadora del proceso: que te veas con la plaza; que andando por la calle, escuchando música, pienses y fantasees con la exposición como la rúbrica a un año de esfuerzo. Los pensamientos, determinantes, construyen la realidad. Así que no es mala idea comenzar por adoptar un pensamiento positivo.

Y si durante la exposición aparece el pánico, la ansiedad y los pensamientos negativos, bebe agua, respira y sonríe. Intenta estar presente en el momento; ten algo en las manos para tocar que tenga una textura agradable.  Y cuando el miedo aparezca, siéntelo y céntrate en su textura.

Tampoco pierdas de vista el discurso y no te opongas a esas sensaciones: cuando lleguen, intenta observarlas, no las juzgues, sigue con lo tuyo. Déjalas ir: no hay nada más que hacer. No va a pasar nada; no te vas a colapsar. Los nervios y el miedo son los síntomas habituales de aquel que ya roza con los dedos su sueño.

 

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