Oposiciones en pareja: «Ojalá conseguir la plaza lleve nuestra relación al siguiente nivel»

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Categoría: Historias

Oposición y la pareja

La red está llena de artículos sobre parejas y opositores. Se busca más la respuesta a cómo sobrellevar una relación cuando tu pareja oposita que los requisitos para acceder a cualquier convocatoria multitudinaria. El debate está ahí. Y está porque, en estos casos, las malas experiencias son habituales. Cuando uno de los dos en la relación decide opositar -o los dos-, se abre ante ellos una etapa en la que el proyecto de futuro le come el terreno al momento presente. Llegan, así, tiempos de plantearse todo; de asumir que, durante unos años, nada será como hasta ahora.

En Tecnoszubia Oposiciones hemos visto centenares de historias. Parejas de opositores que consiguen juntos su plaza; pero también parejas de opositores en las que el amor se queda por el camino. En las que la ambición profesional o el sacrificio arrasa con el cariño. Hemos observado a la pareja que espera pacientemente a que el opositor salga de clase; pero no podemos obviar al opositor cuy@ novi@ no termina de entender que su oposición sea la prioridad.

Esta semana hemos hablado con alguno de ellos. Nos han contado cómo logran conciliar su relación con la preparación. Os adelantamos que, pese a lo que os podáis imaginar, entienden la oposición como algo en pro de la pareja. En estos casos conseguir plaza no sólo representa un anhelo personal, sino también la consecución de importantes objetivos en común.

El jueves de Iván y Lorena

«Todas las mañanas me voy, desde Montefrío, mi pueblo, a por Lorena. La recojo en su piso de Granada y nos vamos juntos a Tecnoszubia. Ambos nos estamos preparando la especialidad de Primaria allí. Al final, los jueves se han convertido en un día especial porque es uno de los pocos días que nos vemos». Lo cuenta Iván, opositor de Primaria y pareja de Lorena, opositora de la misma especialidad. Tras 9 años de relación, ambos han comenzado juntos el camino de las oposiciones con ilusión. Un camino que cada semana tiene un punto de inflexión: el día de sus clases en la academia. El jueves; su jueves.

«Cuando terminamos la clase debemos ir a la biblioteca. No es que salgamos mucho y el día que solemos vernos es para ir la academia». El jueves de Lorena e Iván termina, cada uno vuelve a su casa, pero la ilusión de ambos permanece. Explica Lorena, la primera en la pareja en decidir opositar, que «por desgracia, vivimos una época de monotonía en la relación, pero así lo hemos decidido ambos». «Yo quiero ser maestra en la pública -continúa-; Iván lo decidió después, pero me alegro mucho porque tiene todas las cualidades para ser un muy buen maestro».

Reconoce Iván, por su lado, que los dos van a una. Lo hace de forma muy gráfica: «Estudiamos, a veces, los temas juntos, nos vamos preguntando cómo los llevamos, nos hacemos un seguimiento de las programaciones didácticas. Y lo mejor: cuando le digo que una tarde me la voy a pasar entera estudiando, no hay problema: ella va a hacer lo mismo«.

Su caso es habitual en parejas opositoras: se complementan, se conciben el uno al otro como un punto de apoyo. En estos casos, la relación es un impulso potente para la preparación. No sólo no hay fisuras en la pareja debido a las oposiciones sino que consideran que es un proceso que está solidificando sus lazos. Lo tienen tan claro que, al preguntarles qué pasará cuando aprueben, no dudan: «nos iremos a vivir juntos en cuanto alguno de los dos consiga una plaza».

«Sin él no estaría en la fase de preparación en la que estoy»

La situación de Sergio y Ana, dos opositores de la misma especialidad que van juntos a clase, es similar a la que hemos visto con Iván y Lorena. El viernes por la tarde acuden a la preparación de Pedagogía Terapéutica en Tecnoszubia. Allí, tiene lugar uno de los momentos más determinantes de su preparación y más significativos para entender en lo que se ha convertido hoy en día su relación: «¿Que cómo nos complementamos? -explica Ana- Sergio es una persona que capta las cosas muy rápido y yo una persona que cuando las entiendo bien se me quedan para siempre. Cuando estamos en clase él me explica cosas, me empuja a entenderlas«.

De esta forma, Ana dibuja su relación como un escenario idílico para opositores: «Él sabe que hay que priorizar la oposición por encima de otras cosas; es muy positivo tener una pareja que oposite a lo mismo que tú, no puedo decir nada malo». Y si Ana pone por las nubes a Sergio, su pareja, este le devuelve la moneda: «Como pareja, Ana es una persona empática, motivadora y generosa. Y como opositora, una luchadora».

Aunque intentamos encontrar grietas en su discurso para darle varias tonalidades a la historia, no sólo no lo conseguimos, sino que propiciamos el efecto contrario. «¿Que qué pasaría si ella consigue la plaza y yo no? -nos responde Sergio- Absolutamente nada. De hecho prefiero que se la saque ella antes. No sólo no me importa que ella apruebe antes que yo sino que me alegraría muchísimo de que tuviese la plaza. Ojalá».

Lucía: «A veces salgo de la academia prácticamente llorando; él sabe tranquilizarme»

Lucía lleva desde septiembre preparándose para la especialidad de Música. Su historia es diferente a las anteriores porque su novio no es opositor. «Él lleva un estudio de tatuajes, tiene unos horarios complicados y viaja mucho, nuestro caso es complicado», nos cuenta. No obstante, viven juntos, motivo que, según ella, salva la relación: «Si no fuera por esto sería inviable».

Esta pareja está manteniendo su relación pese a la oposición gracias a dos factores: a la paciencia de ambos y a la sensación de que es algo temporal. «Aunque sean ocho años opositando, es temporal», suspira Lucía, a medio camino entre el sarcasmo y la resignación. Factores que propician que vea fundamental el papel de Karim, «su prometido». «Lo considero muy paciente, me apoya siempre. A veces salgo de la academia medio llorando y ahí está él para tranquilizarme. ¿Que si le gustaría que estuviéramos más tiempos juntos? Sí, pero entiende el momento por el que estoy pasando».

Con todo, hay dos cosas que inquietan a Lucía. Una es trabajar fuera: «No sé cómo lo vamos a hacer cuando llegue el momento y me saque la plaza. Me intranquiliza pensar que tendré que trabajar fuera; sería el momento de aprender a vivir separados. No quiero ni pensarlo», reconoce. Otra es, explica,  que la oposición le está quitando una de sus pasiones: viajar. «He pensado en llevarme los apuntes en la furgoneta, pero no sé si funcionaría», concluye bromeando.

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