La penúltima oportunidad: opositar con más de 40

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Categoría: Historias

Sin superpoderes, ni un mundo que salvar, pero con una familia y un pasado que, pese a todo, no condiciona la noble ambición del que busca un trabajo digno. Sin superpoderes, ni un mundo que salvar, pero venciendo, día a día, las dificultades propias de opositar tras décadas sin abrir un libro.

En Tecnoszubia Oposiciones contamos con numerosos alumnos que pasan los 40. Comenzando marzo, un mes clave para el proceso que estás viviendo, queremos rescatar sus historias con la esperanza de que encuentres en ellas el fogonazo de inspiración que necesitas.

La penúltima oportunidad para Miguel Ángel

Con 46 años, el discurso de Miguel Ángel testifica un pasado de trabajo duro, de haberse debatido entre la comodidad y las ganas de crecer. Encoge los hombros al contar que, cuando comenzó las oposiciones, no tenía tiempo de servicio ni méritos. «He estado durante 19 años trabajando en un banco; entré con 23 y salí con 42. Tampoco méritos: solo los cursos que se hacen para profesor, los de los dos puntos que tiene todo el mundo», reconoce.

Nos lo contaba en septiembre de 2018, poco después de conocer que su futuro estaba, finalmente, en las aulas. En las de Huelma, Jaén, concretamente. Tras presentarse por la especialidad de Administración de Empresas por primera vez, sacó plaza «a una hora de carretera» de su casa.

Un cambio radical en el día a día de Miguel que vino tras un año duro, en el que tuvo que batallar consigo mismo. «Nos dieron nociones para reducir la ansiedad y el nerviosismo. Teníamos las clases los sábados y teníamos 15 minutos que llamábamos «de motivación». El preparador se anteponía a esos problemas psicológicos que íbamos a tener asociados al proceso; su experiencia fue clave para animarnos a seguir en la batalla de las oposiciones». Así, cuando llegó, Javier, su preparador, no paraba de insistirle en que saliera a exponer; hizo hincapié en sus puntos débiles hasta que los convirtió en sus fortalezas.

Capitana Arancha

Hablábamos con Arancha hace un año, en un momento en el que, aprovechando el Día de la Mujer, quisimos mirar hacia las madres que opositan. No hay nadie mejor que ellas para ejemplificar lo que significa opositar con más de 40, así que te invitamos a que vuelvas a leer sus relatos.  Podríamos haber incluido en este texto a cualquiera de las cinco; cualquiera de ellas se merece que la traten como a una suerte de Capitana Marvel con superpoderes más prácticos y mundanos: tesón, sacrificio y humildad.

Porque hay que ser humildes para, cuando todo se derrumba, querer empezar de cero; cuando llegó la crisis, a Arancha, de 40 años, la despidieron. Tenía dos hijas -una de 12 y otra de 8-. No lo dudó: quiso mantener viva la llama de su vocación. Así, hace cuatro años, comenzó a opositar.

Pero, ¿Cómo cuadra su vida familiar con la exigencia propia de las oposiciones? La aspirante nos contaba hace un año que, tras comenzar a dedicarse a su preparación al 100% -anteriormente la compaginó con interinidades en otras ciudades-, empezó, con el objetivo de favorecer el estudio, a conformar en torno a ella una estructura adecuada al momento. Como capitana de la familia, Arancha llevó a rajatabla eso que ella definía como «Organización familiar». «Por las tardes nos organizamos, para estar con mis hijas, entre abuelos, su padre cuando no trabaja …y algunas tardes que me tocan a mí, claro».

Una buena organización familiar que, pese a todo, no le quitaba el sentimiento de culpa propio de no poder dedicarle a sus hijas el tiempo que le gustaría. «No es que de vez en cuando me asalte una lucha interna sino que es algo que está siempre en mi cabeza. Si me voy a la biblioteca 7 horas al día, no puedo atender lo que debería a mis hijas; al final he tenido que aprender a delegar».

«Lo más importante» para José Manuel

«Sacar una plaza a mi edad es muy importante. Me encanta dar clase. Sé cómo funciona y sé lo difícil que es que todo salga tan bien en todos los sentidos». Y, pese a la dificultad que entrañaba el proceso y la competencia que había en la especialidad de Física y Química, sacó casi un 7; lo consiguió tras suspender dos años atrás «por poco».

La plaza, para José Manuel Fernández, era lo más importante. «La oportunidad de darle a mi vida un cambio radical» -afirmaba- «tras pasar por diversas etapas»; diferentes proyectos «como la administración de un centro de formación», que no llegaron a buen puerto. Le costó creerse, no obstante, que una plaza podría ser suya en algún momento. «Nuestro preparador nos dijo que ‘afináramos’ los pueblos; que los pusiéramos en la convocatoria, que podíamos aprobar con plaza; eso me hizo reflexionar durante el verano». Y así fue: José Manuel, a sus 47 años, aprovechó su penúltima oportunidad.

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