Historias de nuestras aulas (I) | Mujeres, madres y opositoras

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Categoría: Especiales, Historias

Nunca he opositado, pero el esfuerzo que conlleva conseguir una plaza me resulta tremendamente familiar. Me crié de la mano de una opositora; soñadora, ambiciosa e inconformista. Mi madre me habla de quemar la comida por dar el último repaso; de ser yo un bebé, jugar conmigo con una mano y subrayar con la otra. Por eso, cuando Ana María, Angelina, María, Ana y Arantxa, cinco madres y opositoras que se preparan en Tecnoszubia, me cuentan su historia, empatizo rápido con ellas. Evoco al niño que creció viendo a su madre encerrada, entre apuntes.  Sus relatos, que dignifican el proceso de opositar, me retrotraen a ese pasado reciente en el que la vi conseguir, por fin, su plaza. Me conducen hacia un camino sinuoso, pero en cuyo horizonte aparece la -siempre sugerente- estabilidad laboral. Ellas me dibujan cómo es el sacrificio de ser madre, mujer y opositora.

Exponer durante el embarazo: el relato de Ana María

Madre y opositora: Ana María

Si tuviera que destacar un sentimiento común a estas cinco opositoras, sería una culpa autoinducida. De las palabras de estas mujeres se extrae una lucha interna entre su vocación y la necesidad de cuidar a sus hijos y llevar «las cosas de la casa».  Una de las luchadoras que lidia con este contexto es Ana María, opositora a Pedagogía Terapéutica que lleva 5 años inmersa en su preparación. Nos cuenta que decidió opositar antes del nacimiento de su hija. «Hice magisterio y tenía claro que quería mi plaza en un centro público», recuerda.

El temario de Pedagogía Terapéutica, tal y como reconoce, «es especialmente complicado». Una traba que, ni mucho menos, ha hecho que se rinda: «pensaba en mi hija y me daba fuerzas. A mí mismo me decía: con mi marido, pronto vamos a ser tres, no estoy yo sola. Esto me llenaba de ganas». Su motivación era tal que llegó a presentarse a su examen, por primera vez, estando embarazada. Así, rememora que su prueba oral, la exposición, se le hizo «cuesta arriba»: «Tenía mucho calor, estaba mareada, nerviosa…¡hasta me tocó exponer la última!».

Luchar contra la culpa

Han pasado tres años de aquello y Ana María está ahora en otra etapa. Compagina las oposiciones con la crianza de su hija, ya con tres años de edad. Vive con su marido y hace unos meses dejó un trabajo «alejado completamente de la docencia» porque «no tenía tiempo para la preparación». Llegados a este punto, intenta llevar su estudio de la mejor manera, algo que, reconoce «no es fácil».

«Sientes que estás abandonando a tu hija, aunque no sea así. El segundo año que me presenté a las oposiciones, la niña tenía un año y medio. Intentaba, con ella en casa, ponerme por mi cuenta, pero era muy difícil (…)»

-«¿Mamá quién es?» -insiste, de fondo, Daniela, hija de Ana María.

– «Ponte a dibujar, luego te lo explico», responde su madre.

(…) «Así que tres meses antes de las oposiciones pensé en irme de 8 a 20h a la biblioteca y dejar a la niña al cuidado de un familiar. Es algo por lo que hay que pasar. No estaba con ella en ese momento, pero es por un futuro mejor. Nacía una lucha contra la culpa de la que he salido más fuerte: ahora valoro más el tiempo que tengo para estudiar, cada rato que tengo libre intento desconectar de todo y ponerme en serio a estudiar», concluye.

Cuando Arancha «aprendió a delegar»

Madre y opositora: Arantxa

Cuando llamo a Arancha, me cuenta que está marchándose de la manifestación del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer . Tiene 40 años, dos hijas -una de 12 y otra de 8- y se prepara las oposiciones de Infantil desde hace 4 años. «Yo hago huelga y vengo con mis hijas porque tienen que tener conciencia social; no nos podemos conformar con lo que tenemos ahora, sé que su generación va a conseguir lo que nosotras no hemos podido», esgrime.

A esta madre y opositora la despidieron, tras la llegada de la crisis, del colegio en el que estaba trabajando «desde que terminó la carrera». En ese momento sólo vio una alternativa: opositar. «Era la forma más segura de dedicarme a lo que me gusta, a lo que se me da bien. Quería seguir siendo maestra».

Así, Arancha, «tras dos años en Castilla La-Mancha en los que ha trabajado como interina y tuvo que alejarse de sus hijas», ha vuelto a Granada con una idea clara: «estar al 100% con la preparación de sus oposiciones». Para conseguirlo, su familia ha formado un entramado que favorece su estudio. «Tengo suerte; mi contexto es permisivo conmigo, me valoran y no me presionan. Tengo claro mi objetivo y ellos me comprenden. Nunca me he planteado dejarlo y ahora es el momento de conseguirlo».

Organización familiar

De esta forma, la rutina de Arancha es sencilla: por la mañana estudia, por la tarde estudia y por la noche también. Eso sí, no deja a sus hijas de lado. «Por las tardes nos organizamos entre abuelos, su padre cuando no trabaja …y algunas tardes que me toca a mí, claro».

Una buena organización familiar no quita que Arancha «no se machaque la cabeza», tal y como ella lo define, con el sentimiento de culpa por no poder estar al 100% con sus hijas. «No es que de vez en cuando me asalte esa lucha interna sino que es algo que está siempre en mi cabeza. Si me voy a la biblioteca 7 horas al día, no puedo atender lo que debería a mis hijas; al final he tenido que aprender a delegar».

Opositora, madre soltera y trabajadora: «Soy una malabarista»

Madre y opositora: Angelina

«¿Que cómo saco tiempo para trabajar de reponedora, opositar y cuidar de mis hijas siendo soltera? ¡Soy Malabarista!», bromea Angelina. Esta madre soltera de una niña de 12 años y opositora a la especialidad de Primaria, lleva, con la de este curso, cuatro convocatorias. Casi diez años enfocada en conseguir una plaza de lo que ella, considera, «es mi vocación y mi pasión: la enseñanza».

Trabaja como reponedora en Hipercor de 7 de la mañana a 11 y 30. Cuando sale de trabajar, explica, «pasa a ser ama de casa». Hace la comida, espera a que sus hijas lleguen del colegio y a partir de las 16.00 «se convierte en opositora». «Intento llevarlo todo de la mejor manera que pueda con la ayuda de mi familia y amigos», subraya.

Angelina es consciente de que siempre «va a la retaguardia de las aspirantes, más jóvenes, que tienen más tiempo para estudiar», pero no por ello considera «tener más mérito». «Aunque para mí es un doble sacrificio, cada uno tiene la situación que tiene; yo tengo a mi hija y pensar en ella es una dosis extra de motivación. Lo hago por mí, pero también por ella; quiero terminar dedicándome a mi vocación sí o sí».

Equipo de 4

Madre y opositora: María

El apoyo de maridos y familias -abuelos, tíos…- representa otra constante en estas historias. De hecho, en el caso de María –49 años, opositora de Francés, con dos hijos de 13 y 16 años- fue su marido el que le sugirió, tras terminar su carrera hace poco, que luchara por una plaza.

María no trabaja fuera, pero ejerce como ama de casa («A veces parece que no es un trabajo, pero sí lo es», señala). Así que «entre lavadora y lavadora», como ella lo cuenta, «hace resúmenes». O cuando va a comprar, se va «chocando con las paredes por ir mirando en el móvil la foto de algún esquema».  Por la noche, antes de dormir, «repasa todo lo que ha estudiado».  «Claro: al final nunca termino de desconectar», lamenta.

La preparación de María no sería posible sin la ayuda de su marido -una figura importante que «colabora en todo lo que puede»- ni sin la de sus hijos. «¿Mis hijos una motivación?» -explica-; y no sólo eso: han sido mis conejillos de indias. Con ellos he aprendido a ver cómo puede aprender un niño. Son muy diferentes, en ellos he visto las diferencias de aprendizaje. Mi hija, en matemáticas, por ejemplo, tiene un razonamiento muy diferente al de mi hijo. Me animan mucho, además, a que siga estudiando. Somos un equipo de 4″.

Entre lasañas que se queman «por ir a contrarreloj» y citas a las que llega tarde, María continúa su preparación. Ella tampoco considera que tenga más mérito que nadie; «simplemente he elegido opositar en el momento en el que es más adecuado para mí«, sentencia.

«¿Mi hijo? una inspiración»

Con 35 años y un hijo de 3 años, Ana Soria  –que ha preferido preservar su intimidad y que no incluyamos foto lucha por una plaza como administrativa de la Junta de Andalucía. Por las mañanas es opositora, por las tardes cuida de su hijo.

«Por la mañana me levanto, llevo al niño a la guardería y cuando lo dejo allí, a las’ 9 y algo’, directamente me quedo estudiando en la biblioteca. Sé que si me vengo a casa me pongo a hacer otras cosas y no estudio. Así que me quedo en la biblioteca hasta las 14.00. Por la tarde toca ser madre».

Esta opositora reconoce, además, que, frecuentemente, pelea con «la culpa y los bajones», pero que se levanta gracias al apoyo de su marido, su familia y su hijo. «A veces siento que me estoy perdiendo el crecimiento de mi hijo, veo que no puedo ir a la playa con mi marido. Lo paso mal, pero mi hijo es mi inspiración. Quiero darle una vida mejor, un futuro. Eso es lo que me motiva».

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1 comentario

  • Merche

    ¡Ánimo a todas ellas! No es fácil esta meta y con las circunstancias personales, laborales de cada una menos, pero ahí estamos luchando,… ???? Podemos hacerlo!!!

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