Es algo que vemos habitualmente en nuestras aulas y con lo que nuestros preparadores combaten: el síndrome del impostor. Seguro que te suena, pero si no, repasamos qué es: un trastorno leve y habitual que nos dificulta asimilar nuestros logros y nos boicotea desde dentro de nosotros mismos; nos hace sentir que nunca estamos a la altura de los demás; «Todos se lo merecen más que yo. Mi empeño no es suficiente».
En 2019 publicábamos una entrevista a una opositora por entonces muy popular en las redes, Plumita Verde, que definía muy bien qué siente un opositor cuando se siente impostor: «Por mucho que me esforzara, algo me decía en la cabeza que no lo estaba haciendo bien, que seguro que podría hacer más y que habría personas haciéndolo mejor que yo».
Es un problema que siempre ha estado ahí, pero quizás hay que señalar, otra vez, hacia las redes sociales, que nos llevan a establecer continuamente comparaciones injustas y negativas con los demás, para entender por qué cada vez tiene más fuerza. Según los datos del Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), de los que se hace eco EL PAÍS, uno de cada dos inscritos a convocatorias de administrativos del Estado (el 55%) no se presentan el día del examen. Es una estadística puntual, pero que nos advierte de una problemática real.
En el reportaje de este periódico, que te invitamos a leer, se dan algunas claves muy interesantes: una de las más reveladoras es la frase de uno de los preparadores entrevistados, que reconoce que: «La gente que aprueba no suelen ser brillantes. Son constantes». Así es: el opositor, como decía nuestro alumno Sergio Garrido, compite contra sí mismo y contra los demás:. «Nos cayó un práctico…cuando lo vi le dije al preparador que no iba ni a ir a la exposición. Él me dijo que tenía que hacerla, que el resto de la gente lo habría hecho como yo o peor». Y es que, a veces, nos colocamos en el escalón más bajo y, de la misma forma, sobrevaloramos a los demás.
Aspirante, date cuenta: eres tú el que se boicotea
Según este artículo de Psychology Today el síndrome del impostor se puede combatir. Y lo primero para hacerlo es reconocer a esa parte impostora; ser conscientes de que esa corriente de pensamiento que nos subyuga y nos pone un escalón por debajo de los demás no es objetiva sino que obedece a una serie de circunstancias como el miedo, los traumas de nuestra infancia o la influencia de un entorno que, a veces, puede ser negativo. ¿Estás acostumbrado, por ejemplo, a que tu familia no te valore?
Haz espacio al conflicto
Para que desaparezca, haz espacio a esa parte; entiende que tu lado impostor no es más que eso, una parte de ti; también la tiene tu hermano, tu mejor o amigo o tu pareja. La tenemos todos. Son comportamientos adquiridos, partes de nuestra mente.
Si te consideras un impostor, si hay una parte de ti que cree en todo momento que la van a descubrir, que no es tan lista, ni tan buena, te recomendamos el siguiente ejercicio: imagina que esta parte de ti mismo se está comunicando contigo desde fuera. Intenta hablar con ella en silencio: comprende los motivos de tu parte impostora y crea, junto con ella, un espacio para la reflexión. Tu parte impostora no tiene la razón, pero sí tiene algo que decirte.
Ponle nombre a tus emociones
Estamos llegando al final; vamos a quitarle la máscara a tu parte impostora. El último paso es el de ponerle nombre a las emociones que acompañan a este lado impostor. Cuando te sientes como un fraude, hay una serie de emociones que le acompañan: miedo, vergüenza, tristeza. Intentar localizar lo que va detrás de esta sensación de que no somos lo suficiente es fundamental. Si tienes miedo o vergüenza, pregúntate qué es lo que peor que puede pasar; si sientes tristeza o te viene alguna escena a la mente, no la dejes pasar, localízala.
Sé compasivo contigo mismo
¿Has visto el polvo que hay detrás de esa parte de ti que te señala como impostor? Para limpiarlo, hay una escoba: la de la compasión. Recuerda todo lo bueno que has hecho a lo largo de tu vida, que seguro que es mucho, y ponte a ti mismo en valor. Igual te trataron con dureza cuando eras un niño y eso te ha convertido a ti mismo en tu principal crítico, pero ahora no nos vamos a centrar en las causas. Porque más allá, es importante que no pierdas de vista tus virtudes, que son muchas y las ves -las vemos- día a día.
Tenerlas en cuenta te va a permitir, estamos seguros, conseguir una plaza. Si has llegado hasta aquí, es por algo. ¡Buena suerte!
1 comentario
Que interesante